Hoy publicamos un artículo del Dr Félix González Yagüe, doctor Ingeniero de Minas y Licenciado en Economía, experto en Responsible Business y Shared Value Creation, actualmente directivo de ACCIONA y asesor estratégico de World Economic Forum, Unión Europea y Universidad de Oviedo, entre otras organizaciones.

A lo largo de las últimas semanas hemos tenido la sensación de vivir algunas de las escenas de mundos futuristas y postapocalípticos tan propias de Hollywood: calles vacías, fauna salvaje en espacios urbanos, supermercados desabastecidos…. Hace solo unos días parecíamos habernos puestos a los mandos del DeLorean cuando vimos a los productores de crudo de Estados Unidos pagando más de 30 dólares por cada barril para que sus “clientes” los retiraran de sus depósitos… Lamentablemente el adelanto de esta escena no se debe a un mágico Regreso al Futuro en el que las tecnologías sostenibles sustituyen completa y definitivamente a las basadas en recursos finitos, sino al más realista de los presentes y su principal protagonista el COVID19.

Pero, ¿y si fuera este azote la chispa definitiva para desatar la ignición de una nueva economía centrada en la sostenibilidad de todas sus actividades y la circularidad de todos los recursos empleados para ellas? Inger Andersen, directora Ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medioambiente, pone de manifiesto estos días la necesidad de una “economía diferente que impulse empleos sostenibles, crecimiento verde y una forma distinta de vida ante una pandemia que ha detenido casi por completo nuestro estilo de vida”.

Atendiendo a sus palabras, deberíamos ser capaces de canalizar este periodo de impasse y transformarlo en un punto de inflexión para reafirmarnos en la idea de que no tendremos una economía sostenible sin laa protección social y sanitaria universal que la sustenten, que las crisis medioambientales y de biodiversidad afectan directa e indefectiblemente a toda la humanidad, y que, sin lugar a dudas, un planeta sano albergará menos peligros y enfermedades para todos los seres que lo habitan (el 75% de las nuevas enfermedades infecciosas son zoonóticas y en tanto sigamos invadiendo nuevos ecosistemas – la actividad humana ocupa tres cuartas partes de la superficie terrestre – estaremos incrementando exponencialmente este riesgo).

Con este espíritu, nació en 2015 la hoja de ruta de Naciones Unidas trazada por los Objetivos de Desarrollo Sostenible no ya como el plan de acción para gobiernos y organizaciones internacionales, sino además y sobre todo como guía práctica para una ciudadanía y un tejido empresarial convencidos hoy más que nunca de la imperiosa necesidad de una acción solidaria y global encuadrada en una nueva economía social con su germen en una circularidad que deberá sustituir cuanto antes el actual sistema lineal de extracción, fabricación, utilización y eliminación de recursos.

Alineada ya con esta estrategia, la Unión Europea publicó en marzo su Plan de Acción de Economía Circular estableciendo las directrices para la promoción de una actividad impulsada por el uso eficiente de recursos naturales y materias primas secundarias, la reciclabilidad global y gestión integral de todos los residuos, la extensión de la vida útil, durabilidad, reparabilidad y reutilización de todos los bienes, y la completa sustitución de sustancias peligrosas en nuestros procesos productivos.

Además de diversos mecanismos de colaboración público privado y financiación, el gobierno de la Unión Europea realizará una inversión directa en economía circular de 10,000 millones de euros en los próximos diez años, previendo dinamizar un sector que ya ocupa a 4,000 personas generando un valor añadido de 30,000 millones de euros. Esta nueva aproximación tendrá no solo una contribución directa en la creación de riqueza (100,00 millones anuales de PIB adicional), sino además en la creación de 700,000 empleos directos derivados de la sustitución de procesos muy intensivos en recursos no renovables y medios mecánicos por otros basados en el valor añadido de empleos cualificados en diseño, fabricación y reutilización de bienes cada vez más longevos.

Esta nueva estrategia permitirá en última instancia acometer de forma integral y decida la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. Los esfuerzos se han centrado hasta la fecha fundamentalmente en la transición energética, responsable del 55% de las emisiones, pero no debe obviarse que solo a través de un enfoque circular de las actividades productivas podrá acometerse de forma sostenible y rentable la reducción del 45% restante asociado a la fabricación y uso de bienes y materiales.

En el caso concreto de España, la coyuntura actual no debe frenar esta inercia sino acelerarla como en el caso de Francia que ya ha publicado su ley de Economía Circular comprometiéndose, entre otras cosas, a reciclar el 100% del plástico, reducir el 15% de residuos municipales y el 50% del despilfarro alimentario en la próxima década. El momento es ahora, pero debemos actuar inmediatamente a menos que queramos remediarlo en el futuro viajando al pasado como Marty McFly…

  Dr Félix González Yagüe