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Economía circular: diseñar sin residuos

Las generaciones actuales están inmersas en la cuarta mayor revolución tecnológica que jamás haya tenido lugar, pero también la más grande producción de residuos en toda la historia de la humanidad y de consumo de materiales y materias primas, con una generación de gases de efecto invernadero tampoco nada desdeñables. Ello ha planteado la necesidad de encontrar un nuevo modelo de crecimiento basado en la Economía Circular y dentro de ella, en técnicas de producción sin residuos. Los más fundamentalistas de este concepto han transformado la teoría del “crecimiento cero“ a la teoría del “vertido cero”. Pero ¿es esto posible?.

Las denominadas tecnologías limpias, sostenibles o verdes, constituyen una nueva estrategia de desarrollo a largo plazo que se está generalizando en occidente, liderados por la Unión Europea, no descartándose que pronto la industria y los servicios se tengan que certificar para demostrar que las tecnologías que utilizan están conforme con aquellos conceptos.

El concepto de tecnología sostenible no significa que cada proceso industrial encuentre una solución tecnológica no contaminante en sustitución de una tecnología convencional que, por contraposición, podría llamarse “tecnología no sostenible”. Ello conllevaría a encasillar a los que la usan en buenos y malos y ser un impedimento para posibles acuerdos y soluciones en el campo social y político. Radicalizar el discurso implica imposibilidad de llegar a soluciones ambientalmente aceptables.

Este concepto no es más que una tendencia hacia una meta utópica y una aproximación al casi imposible vertido cero, pronunciado a menudo en los debates relativos a los problemas del medio ambiente y de la economía circular. Estadísticamente habría que determinar qué se considera “vertido cero” y su intervalo de confianza para normalizar el concepto.

En realidad, la designación de tecnología limpia es una simplificación de lo que se ha dado a denominar últimamente, tecnología sin residuos o más exactamente, con pocos residuos.

La tecnología sin residuos consiste simplemente en la planificación y gestión de las actividades humanas (Diseño) con el fin de producir el mínimo desperdicio de materias primas y de energía (eficiencia) en todo el ciclo de vida de un producto o servicio. Este concepto persigue el doble objetivo de reducir la degradación del medio ambiente y mejorar la conservación de los recursos naturales y la de desmaterializar y descarbonizar la economía. La tecnología limpia se extiende a todas las actividades económicas y sociales, es decir, desde la extracción de las materias primas, transporte, fabricación de productos acabados y semielaborados, distribución de los productos (incluyendo el transporte almacenamiento y venta), consumo y eliminación y probable reutilización de los productos usados o reciclaje, si no fuese posible.

En la tecnología aplicada en la economía lineal, los residuos de la producción y consumo son reciclados en parte, valorizados energéticamente y evacuados al medio ambiente, en forma de contaminantes, consumiendo energía fósil en gran proporción y generando a su vez rechazos en forma de residuos, si bien en menor volumen que antes de su recuperación y tratamiento. Con la tecnología sin residuos se resuelve total o parcialmente el problema de la contaminación derivada de aquellas tecnologías, pero al mismo tiempo, permite economizar los recursos naturales y energía. Es lo que se denomina “Ecodiseño”.

En todas las fases de la cadena productiva el concepto de ecodiseño puede aplicarse de varias formas:

1º. a la concepción del producto, en cuanto a sus características aplicación y uso

2º. al diseño del proceso de fabricación

3º. a la naturaleza de los residuos de fabricación y sus posibilidades de reciclado o reutilización

4º. al diseño de los servicios de tratamiento de los productos desechados para su eliminación o aprovechamiento (reparación, re-fabricación, sustitución de componentes…).

En la Unión Europea, se asume este concepto como una técnica que permite producir un producto con el más racional uso de materias primas y energía, reduciendo al propio tiempo la cantidad de vertidos contaminantes al medio ambiente (hídricos y gaseosos), así como la cantidad de residuos producidos tanto durante el proceso de fabricación como durante toda la vida del producto fabricado (análisis del ciclo de vida).

En orden creciente de eficiencia de un proceso productivo y basados en la jerarquía de la gestión de los residuos marcados por la Economía Circular, se puede establecer la siguiente prelación:

  1. Vertido controlado (se recuerda que se refiere a residuos peligrosos como no peligrosos)
  2. Extracción de la energía del residuo.
  3. Inertización o estabilización y preparados para utilizarlos sin daños al medioambiente.
  4. Tratamiento en una instalación externa de separación o clasificación, para reincorporarlos al mercado secundario, perdiendo la condición de residuo.
  5. Reciclados en el propio proceso productivo (cierre de circuitos) o reutilizados los excedentes por otras industrias (ecosistemas industriales).

En realidad, este último aspecto es el que puede considerarse como más puramente circular desde el punto de vista industrial, sin menoscabo que los anteriores formen parte también del sistema, pero con una eficiencia ambiental menor.

En principio puede parecer que el ecodiseño, sea más caro para los productores, dado que tienen que modificar sus cadenas de producción. Esto puede llegar a ser cierto a corto plazo en algunos casos, sin embargo, dados los fines que persigue, es obligatorio incorporar los costes sociales, como consecuencia de su impacto sobre el medio ambiente, consumo de recursos ambientales y que son precisos internalizar en los costes totales de producción. Se trata que el productor modifique su oferta más diseñada hacia el medioambiente y que la demanda consuma el nuevo producto a sabiendas que minimiza su efecto en el medioambiente.

Concluyendo, cabe distinguir la existencia de unos costes endógenos, tenidos en cuenta únicamente en el concepto clásico de “economía lineal”, con unos costes socio-ambientales a incorporar en la “economía circular”. Pero hay que tener en cuenta también, que la contabilización de los costes sociales puede ser un factor inflacionario importante y producir distorsiones significativas en el mercado internacional globalizado representado por las grandes superpotencias económicas. Por ello, la estrategia de una economía circular constituye una decisión política muy importante que debe ser tomada con prudencia en este contexto, asegurando una transición justa del modelo, poniendo a la sociedad (consumidores y usuarios) en el centro del sistema económico o mercado y proyectándola a todos los mercados para que asuman sus principios de manera globalizada y equilibrada..

José Vicente López Alvarez,

Director del Grupo de Innovación Ambiental y Economía Circular. Universidad Politécnica de Madrid
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