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Prato. Capital mundial de la moda circular.

Según un Informe de la Fundación Ellen MacArthur[1], dedicada a la promoción de la economía circular, el nivel de producción de la industria textil se ha duplicado en los últimos quince años, suponiendo en la actualidad unos ingresos de 1.300 billones de dólares y empleando a más de 300 millones de personas en cualquier etapa de la cadena de valor.

Dado que el proceso de producción, distribución y uso de la ropa está concebido desde una perspectiva lineal, esto es, altamente contaminante y generando innumerables residuos, por el camino se pierden cuantiosas sumas de dinero y se generan unos impactos medioambientales brutales. Se estima, como este mismo Informe señala, que cada año se produce una pérdida de valor de más de quinientos mil millones de dólares durante este proceso, debido a la infrautilización de las prendas y a la falta de reciclaje. Por ejemplificarlo de alguna manera, se calcula que, del total de las fibras y materiales utilizados para fabricar la ropa, el 87% es incinerado o acaba amontonado  en un vertedero, lo que supone unas pérdidas de valor anuales de alrededor de cien mil millones de dólares. Por otra parte, de las casi 100 millones de toneladas de tejidos producidos cada año, menos de un 1% son recicladas.

Así las cosas, queda patente que la industria textil es, hoy por hoy, de las más contaminantes y una de las que mayores pérdidas de valor generan. Cada gramo de textil que tiramos a la basura y que acaba amontonado en una montaña de residuos, tiene un potencial valor económico que estamos desperdiciando. Si nos imaginásemos que, en vez de una prenda, lo que estamos desechando es, en realidad, dinero, fácilmente podríamos visualizar que, en lugar de una montaña de residuos inservibles, lo que tenemos ante nuestros ojos es una montaña de millones y millones de billetes que están amontonados, sin dueño, a la espera de que alguien los reclame.

Algo parecido, aunque, seguramente, no tan drástico, es lo que debieron visualizar en la localidad italiana de Prato, situada en plena Toscana. Allí se percataron de que el potencial valor económico de todas estas prendas inservibles era tan elevado, que podrían construir en torno a estas toda una industria, hasta el punto de que, en la actualidad, de las cerca de 980.000 toneladas de ropa que son recicladas cada año, el 15%  del total pasa por las fábricas de esta localidad, lo que la ha convertido en la capital mundial de la moda circular, impulsando igualmente el nacimiento de la Asociación del Textil Reciclado Italiano (Astri), que engloba a nada menos que cerca de 200 empresas.

Fabrizio Tesi, presidente de ASTRI y co-fundador de Comistra,  una de las principales empresas de referencia en la producción de lana, afirma que “el precio de la lana ha aumentado un 350% en los últimos veinte años. Cada vez hay menos oferta y más demanda, porque están creciendo las compras en China e India”[2], motivo por el cual está convencido de que el futuro está en el reciclaje de tejidos. En Prato hay toda una industria pujante alrededor del reciclaje de textiles, especialmente, de la lana, desde los fabricantes de los materiales reciclados o “recicladores”, hasta los proveedores, distribuidores, fabricantes de ropa y diseñadores, una buena parte de los empleos de esta localidad dependen de ello.

El proceso es el siguiente. Ropa donada por usuarios de todo el mundo llega a Prato, donde se separa y se decide cuál puede tener un segundo uso- y, o bien se destina al mercado de segunda mano, o se facilita a ONG´s para que pueda llegar a personas necesitadas- y cual se encuentra en peor estado por lo que su única salida es el reciclaje de los materiales para la fabricación de nuevas prendas.

Con la ropa que entre en esta segunda categoría, en la del reciclaje, se procede igualmente a separarla por colores, y después de varios procesos se obtiene, finalmente, el tejido reciclado que se almacena a la espera de un comprador.

En un inicio, las grandes empresas de la industria textil mostraban se mostraban recelosas a comprar lana o tejidos reciclados porque los consideraban de calidad inferior, no obstante, con el incremento de los precios de las materias primas y la cada vez mayor conciencia medioambiental de los consumidores, gigantes del sector han comenzado a centrar sus ojos en Prato y podemos ver actualmente ropa fabricada con este tejido en muchas de las tiendas de ropa más famosas.

En 2017, 142 millones de kilos de materiales fueron convertidos en fibras por la Industria textil de Prato[3]. A estos se suman las partidas que se destinaron a los mercados de segunda mano. Esto demuestra que el futuro del sector puede dar un giro de 360 grados y que la vida de nuestras prendas de vestir puede tener mucho más recorrido del que le asignamos, lo que contribuye a disminuir el impacto medioambiental y a generar nuevas oportunidades de negocio.

[1] Ellen MacArthur Foundation, 2017. A New Textiles Economy: Redesigning Fashion´s Future. [online] pp.39-40. Disponibleen:https://www.ellenmacarthurfoundation.org/assets/downloads/A-New-Textiles-Economy_Full-Report_Updated_1-12-17.pdf
[2] MENOR, D., 2019. La ciudad que transforma la ropa en prendas igual de buenas y mucho más baratas. IDEAL,
[3]Badiani, M., 2019. Rags are tomorrow’s riches. The Florentine,.

Ignacio Belda Hériz Linkedin Twitter

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